viernes, 6 de febrero de 2009

Elva nos cuenta su experiencia...

Yo aborté cuando tenía 21 años. Salí embarazada de mi enamorado de entonces por no usar un método anticonceptivo. Tenía la absurda seguridad de que no pasaría nada, pero a los dos días sentí mi cuerpo hinchado y la creciente certeza de que mi acto irresponsable había tenido consecuencias. Pensaba que podría suceder algo que pudiera volver todo a como estaba antes de esa noche tan linda de conversación, deseo y cerveza.


Era semana santa y acompañé a mi mamá al recorrido de iglesias y recuerdo muy bien que en cada templo oraba pidiendo que no hubiese nada dentro de mí. Pasaron dos semanas y se lo conté a mi enamorado y le planté la necesidad de ir donde un médico para realizar el aborto. Quedamos en averiguar nombres y precios. Yo conseguí el nombre de uno del que me habían dado buenas referencias, y él de otro recomendado por su amigo. Tras ponernos de acuerdo recibí una noche su visita inesperada. Me dijo que lo había pensado mejor y que no podía hacerlo, que lo mejor era casarnos, ambos habíamos terminado los estudios y ya estábamos trabajando, apeló a nuestro deseo mutuo, al hecho de que nos conocíamos bastante y que teníamos todo para iniciar nuestra familia. Le respondí que no, que en mi cabeza no había pasado la imagen de un ser del que tuviera que hacerme cargo, que ya era suficiente responsabilizarme de mi misma.



Finalmente concretamos la visita al médico y la realización del aborto, pero allí también terminó nuestra relación. Me envió una carta diciéndome que por no haber sabido imponerse había terminado aceptando una situación con la que él no estaba de acuerdo y que nunca se perdonaría. Han pasado muchos años de esa experiencia y no me arrepiento, me convenzo de que tener hijos no es una decisión que deba responder a una situación límite que parece fuera de nuestras manos, a presiones de quien es nuestra pareja, a las condenas sociales o morales. Debe ser consecuencia solamente de nuestro deseo de que así sea.


Elva